26 de agosto de 2011

¡Consumamos educación!

Vamos a iniciar un recorrido que se desprende inicialmente de los dichos del presidente de Chile, Sebastián Piñera, quién calificó recientemente a la educación de “objeto de consumo”. Queremos no solo oponernos fervientemente a esta concepción, que considera a un derecho consagrado por nuestra Constitución Nacional como un servicio o un bien, sino también detallar con exactitud las implicancias que subyacen detrás de ella y que particularmente podemos ejemplificar a través del mecanismo que gobierna nuestra economía de mercado. Me refiero a las leyes de la Oferta y la Demanda.

Primero hay que explicar cómo funcionan tales leyes. La Ley de la Demanda nos dice que a mayor sea el precio, menor será la demanda de tal producto y a menor sea el precio, la demanda crecerá considerablemente. Por otra parte, la Oferta nos dice que a mayor sea el precio, mayor será la cantidad que se pueda ofertar, y a menor sea el precio, entonces menor será esa posibilidad de ofertar algún bien o servicio.

Pongamos un ejemplo para que se entienda. Un bien se está vendiendo en el mercado a $10 y ello genera una demanda de 200 personas. Sin embargo, tal precio no permite obtener tantos beneficios como para ofrecer 200 productos y satisfacer la demanda, con lo cual el precio es elevado para que en vez de que 200 puedan comprar, solo accedan 100, suponiendo que se duplico el precio del bien a 20$. Así se logra el equilibrio, ya que este precio permite producir suficiente como para satisfacer la demanda. En este caso se dio que la Demanda es más alta que la Oferta y entonces el precio automáticamente se amoldo a las exigencias del mercado; la famosa “mano invisible” de Adam Smith.

Por el contrario, cuando la Oferta sea mayor a la Demanda, es decir si ahora el bien de $20, que nos permite producir 100 unidades, recibe una demanda de 80 personas, el precio decaerá, supongamos, hasta $15, y ahora podrán consumir 90 personas, mientras que la obtención de beneficios nos permite producir esa cantidad.

Ahora, traslademos esto a la educación, sabiendo que Piñera la administra a través del mercado, supeditada a estas reglas.

Supongamos que la cuota es de $100, y por ese precio hay 1000 chicos que quieren estudiar; la demanda de educación es de 1000 personas. Con esa cuota, el sistema educativo pretende incluir a todos, pero se encontrarían los primeros problemas. Cuando el individuo encargado de administrar la oferta de educación se da cuenta de que $100 no son suficientes para dar una de calidad a esa cantidad de potenciales alumnos, la cuota tendría ser elevada (a mayor sea el precio, mayor será la cantidad ofertada). Es decir, si el encargado siguiese ofreciendo una educación por una cuota de bajo precio, la demanda será mucha y no se podrán satisfacer las necesidades necesarias para que funcione de forma correcta (mantenimiento de aulas, condiciones edilicias, compra de materiales, sueldos de profesores, etc).

Como las leyes de la Oferta y la Demanda le impiden cobrar una cuota baja porque se produciría un déficit y con ello la quiebra, el siguiente paso es aumentar la cuota, y con ello la demanda disminuirá (a mayor precio, menor será la demanda). El administrador sacas las cuentas y se entera de que si cobra $200 la cuota, la demanda de educación será de 500 alumnos, y a la vez, tal dinero que ingresa le permitirá brindar lo necesario e indispensable para garantizar un normal funcionamiento, evadiendo el déficit y obteniendo, inclusive, beneficios (aunque esta sea otra discusión).

Una vez más, la “mano invisible” (que es muy visible), actuó nuevamente, aunque Adam Smith nunca hubiese tolerado una educación o una salud privada, pero forma parte de la lectura sesgada que hicieron los neoliberales a su Teoría de los Sentimientos Morales.

Pero todavía no llegamos al fondo del problema. Hay 500 alumnos que están en condiciones de acceder a la educación por el precio del servicio ofertado, pero hay otros 500 que no, y que quedaron relegados del acceso a tal bien (para Piñera) o derecho (para los redactores de OpinionesTabú). Aquí radica nuestra argumentación. Si hablamos de una bicicleta, que debido a un brusco aumento de su demanda, el precio sube y algunos no pueden acceder a ella es algo entendible; pero acá se está discutiendo un derecho básico y esencial para un ser humano en un mundo en donde la inserción al mercado laboral es inevitable, y ello dependerá de la formación académica que reciba.

Esos 500 que se educaron, vivirán una vida plena, llena de alegrías y frustraciones, de momentos buenos y momentos malos, como a todos nos sucede o sucedió alguna vez. Del otro lado quedaron los 500 que debido a que sus familias no pueden pagarle una educación como a los otros 500, no lograron acceder a una formación educativa. Estos están condenados a vivir de trabajo en trabajo, a tener que moverse como puedan, a tener que adaptarse por más salvaje que sea esa adaptación, a tener que buscar la forma de subsistir a través del medio que sea. Así como quedan excluidos hoy de la educación, mañana quedarán excluidos en sus trabajos, como puede ser alguien que es echado por “falta de capacitación”, o porque de repente apareció alguien más capacitado (uno de los otros 500), y ya excluidos de sus trabajos, se los excluye del mercado laboral, luego del sistema y así desaparecen del mapa, son los “nadies”. Lo único que se logra es reproducir la brecha entre ricos y pobres. Los “salvados”, son bienvenidos y a los “perjudicados”, les dan la bienvenida al mundo del PACO y la miseria.

El reclamo chileno no es solo por una educación pública y laica; sino por la erradicación de toda una forma de concebir al mundo, formada por una mezcla de Darwinismo social y determinismo psicológico, una concepción que prioriza y hace parecer a aquellos que tienen acceso como “valiosos” y a los que no como “incapaces” o “faltos de capacidad intelectual”.

Lo que está en crisis no es solo el sistema educativo, sino este sistema de valores, creencias y significados sobre los cuales se asientan los más profundos intereses del mercado, llámese neoliberalismo. Esta ideología económica ya se cargo unos cuantos muertos en nuestro placard, por eso me pregunto ¿Cuántos más? ¡Fuerza estudiantes de Chile, la educación es un derecho para todos, no un negocio!


PD: está nota fue escrita el día 25 de agosto. Los medios del 26 de agosto publicaron el asesinato de un estudiante a manos de la policía encargada de reprimir la manifestación en Chile. Cuando hablamos de muertos, hablamos enserio; el pibe tiene un balazo en la cabeza por reclamar un derecho.

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