10 de agosto de 2011

Nos ponemos la camiseta del "facho"

El facho se caracteriza por su incomprensiva mirada hacia la realidad social que muchas veces le toca vivir. Odia la política, odia a los pobres, odia a los políticos, odia a los gobiernos de turno, odia la vida en una sociedad plural, odia cuando tiene que compartir un lugar público con gente que no es “como uno”, es orgulloso, es creído, hace una mala utilización de la libertad de expresión, no lee, no escucha, no reflexiona. Hoy nos ponemos en la camiseta de este personaje y pensamos diferentes situaciones y sus posibles respuestas.

El facho ve una protesta y piensa “son todos unos vagos”. Piensa que son unos incapaces para adaptarse a la vida en sociedad. El repiquetear de bombos no les grato a menos que este escuchando folclore o informándose de las raíces de su pueblo, que luego niega con tanto cinismo y utiliza como sinónimo de decadencia e inferioridad.

El facho tiene como referencia cultural la ostentación europea y un particular amor por la democracia estadounidense y todo lo que es para el sentido común “el primer mundo”, sin que importe el origen de este término. Ama esa cultura en donde se ensalza un discurso con palabras como libertad, democracia, igualdad pero ignora su aplicación. Es decir, desoye lo que no le gusta y sí lo hace con lo que quiere escuchar. Por eso es fácilmente cooptado por políticos buscan ser el europeísmo materializado en acciones.

El facho ve a la política como un estorbo para la realización de metas. No cree en ella porque la ve burocratizada, incapaz, corrupta, deficiente, inservible y patética. Para él la política es algo de lo que hay que desentenderse para mantenerse puro y hay que “dejar gobernar a los que saben”.

El facho ve constantemente como los medios de comunicación le muestran robos, muertes y asesinatos. Generalmente a estos noticieros les sigue el programa “Policías en Acción” o alguno parecido en donde los conflictivos provienen siempre de una misma clase social. Es así como se genera una violencia hacia estas personas, que son malvivientes y que no han podido insertarse en la sociedad normal porque son inadaptados. “Por algo están como están”, piensa.

Pero el facho siempre necesita un chivo expiatorio en donde apoyar sus explicaciones simplistas. Y lo encuentra en la inmigración y en los marginados. “No dan las matemáticas, no hay forma de incluir a las personas cuando un sistema se sobrepasa, además vienen de Bolivia, Paraguay”. Y sí, el facho se cree superior, sino no sería facho. Cree que los hospitales no funcionan por el exceso de población, cree que son personas imposibles de educar, cree que no trabajan porque no quieren trabajar y que es más fácil tirar una manta en una avenida y tomar mate. Además se quejan de que se les de viviendas a precios bajos porque no tienen donde vivir. “El estado no tiene por qué darle casas, que se las compren ellos con su trabajo” sostiene el facho.

Y por eso el facho concurre a lugares que son de su “status”, porque busca diferenciarse de la “lacra” de esta sociedad.

Pero hay algo grave. El facho no sabe que de su pensamiento se desprende la maldad que se ejerce desde arriba, esa política utilizada como títere de un titiritero que desprecia la condición humana y no tiene límites al momento de degradar. Esa misma política que ha llevado a nuestro país a situaciones terribles, como las que conocemos hoy. Después de 30 años de ser serviciales a un sistema realmente salvaje, por donde se lo mire, tanto social como económicamente: ¿Es necesario seguir discutiendo la validez o no de esta posición? ¿Es necesario dedicarle tiempo a discutir con este pensamiento? La respuesta no la tengo yo, pero de lo que sí estoy seguro es que no nos beneficia en nada. El facho es un personaje. Cuando se llega a un punto total de desconocimiento en la materia, el facho es el personaje que más fácil nos sale, porque los medios y nuestra experiencia nos modelan para representarlo. Somos los actores de una obra que reivindica lo peor de nuestra historia, eso que odiamos pero que aún sus formas de pensar han quedado internalizadas. Cuando escucho argumentos de este estilo, ya ni me gasto en debatirlos.

Pero estas personas votan, manejan medios, manejan políticos, cubren políticos y muestran realidades convenientes, escenarios de su propio interés.

¿No sería hora de pegarle al que le da de comer al chancho y no al pobre animal que mal alimentado sufre el deterioro en su propio cuerpo? El facho se contenta con masacrar al porcino.