9 de febrero de 2012

Cubriendo la “cuestión Kelper”

En los últimos días, el reavivamiento del asunto de las Islas Malvinas ha puesto de manifiesto varios debates a nivel nacional, regional e internacional. Uno de los tantos es qué hacer con los actuales pobladores del archipiélago usurpado, su condición como ciudadanos y su voluntad.
No hablaremos aquí de opiniones simplistas que, como siempre ocurre en un tema complejo, no son más que trabas al debate real. Sí, en cambio, diremos algunas cosas sobre las actitudes y dichos de editoriales de medios argentinos, algunos políticos y filósofos.

Primero, lo primero. Vale recordar brevemente que las Malvinas fueron ocupadas en 1764 por colonos franceses, pero se les unirían ingleses y españoles en 1765 y 1767, respectivamente. En 1811, los habitantes ibéricos (que eran los únicos que quedaban) dejarían las islas despobladas para que, recién en 1820, las Provincias Unidas del Sur -léase Argentina- las ocupasen.

De allí en más, el archipiélago es territorio nacional argentino y es este uno de los principales argumentos en los que se basa nuestro país para realizar su reclamo. En 1833, dos buques británicos arribaron a las islas y echaron a los argentinos asentados allí. Desde entonces (salvo el lapso entre abril y junio de 1982 -Guerra de las Malvinas) son ocupadas por Gran Bretaña.
Eso nos da la pauta para responder algunas preguntas bobas que se formularonen la semana pasada. A los kelpers bien se los puede echar sin permiso de regresar como se hizo previamente, pero no hay por qué ser tan drásticos.

Existen testimonios que narran que los ciudadanos ingleses que viven en las Malvinas son cohercionados para aceptar el dominio inglés. La realidad, y ellos mismos lo aceptan, es que solo dependen en cuestiones de defensa, sea o no ésta necesaria.

Los kelpers son, desde 1983, ciudadanos del Reino Unido, forman parte de un imperio que dirige Isabel II y que compone un mismo Estado. Su derecho de autodeterminación es tan válido como el de los británicos, pero si un inglés forma una colonia en Argentina y alega que vivió toda su vida allí… no dura ni 5 minutos.

La falacia que quiere hacer creer al mundo David Cameron es que las Malvinas son una especie de estado semidependiente de Gran Bretaña, pero en esencia libre y con voluntad de continuar siendo parte del imperio británico. Lamentablemente, algunos en Argentina caen frente a esta trampa.

La cuestión es que se ponen de manifiesto, hoy en día, un siglo y medio de reclamos (el primero lo hizo Mariano Moreno en 1833), un conflicto bélico del que se cumplirán 30 años, y que hayan medios, políticos (representantes de una fracción del pueblo) y pensadores que avalen la táctica mentirosa que el Reino Unido utiliza para ni sentarse a dialogar es triste.

Sus argumentos no dejan de valer, y bien pueden decir lo que se les ocurra en este país, pero la verdad es que palabras que notan mayor preocupación por los ciudadanos ingleses que viven en las Malvinas que por los ciudadanos argentinos que dieron (o pasaron) su vida por la soberanía sobre las mismas duelen.

Por eso no deben extrañarse de que alguien los llame, en ira, “cipayos”, “vendepatrias”, o cosas similares, aunque creo que esta es la mejor forma de discutir el tema. Lo que deben comprender es que acatan el discurso que, hoy por hoy, nos impide acercarnos a un anhelo que comparte la nación entera. Deben estar a la altura de esas circustancias. No titulemos que los kelpers tienen miedo por el anuncio de Cristina Kirchner (4 horas seguidas en Clarín), titulemos que cada día (literalmente) se suman más organismos de DDHH, regionales, nacionales, extranjeros, al reclamo. Celebremos que nunca antes haíamos tenido tanto apoyo en la ONU al respecto.

No vamos a volvernos kirchneristas por querer las Malvinas, ni tampoco nos vamos a volver antis por dejar de quererlas porque no es una cuestión de política local, sino de unidad nacional. Obtenerlas será el mérito de 150 años de reclamos y luchas, y será una victoria de la Argentina, de la UCR, del PJ, del PS, del Frente de Izquierda y de todas las fuerzas políticas que forman parte de nuestro país.

En estos temas, el goce intelectual de sentirse por sobre los demás porque “a mí no me engañan con esto de las Malvinas” no es un lujo que nos podamos dar si nuestro objetivo es que, por fin, Gran Bretaña abandone el territorio que usurpó y los argentinos podamos decir que nuestra patria está completa.