11 de octubre de 2011

¿Qué son la izquierda y la derecha?

Tanto la izquierda como la derecha han sufrido variaciones históricas, cada época impone su propia concepción acerca de lo que cada término engloba y no son conceptos que se puedan aislar y discutir fuera un contexto económico, político, social e internacional particular. Ambos son conceptos históricamente modificables y que a su vez representan las ideologías predominantes de una época, principales disputas que se dan en el espectro político pero que también luchan por ocupar y asumir un lugar en el sentido común, buscan tener arraigo en la sociedad en su conjunto, de modo tal que esta legitime su accionar. Haremos un repaso de algunas principales luchas que se han dado y que han embebido a la historia de la derecha y la izquierda, para finalmente darnos cuenta de que no podemos hablar de ellas sin tener en cuenta el mundo real en el que vivimos.

Ambos conceptos surgen en la época de la Revolución Francesa, allá por el siglo XVIII, cuando el modelo feudal daba señales de decadencia y cuando la monarquía absoluta, que sin embargo nunca llegó a ser tal, se encontraba con problemas para financiar el creciente gasto del aparato que dominaba. La burguesía, habitante de los “burgos”, las ciudades de la Edad Media, había ya empezado a desarrollar las bases del capitalismo industrial, el mercantilismo y los negocios en ultramar, que fueron la base del desarrollo industrial ulterior. Es así, que en las reiteradas asambleas organizadas por los revolucionarios franceses, en donde se hablaba de conservadores y transformadores, aparecían por primera vez la derecha y la izquierda. Sin embargo, su nacimiento estaba tan relacionado a una forma de pensar particular como a la posición que cada grupo ocupó en las asambleas constituyentes convocadas por el propio Luis XVI. Los que pretendían abolir la monarquía, los liberales políticos clásicos, miembros de la burguesía, se sentaron a la izquierda, mientras que los que pretendían continuar con el orden vigente, el clero y los nobles, se sentaron a la derecha. La idea de la izquierda relacionada a la transformación del orden y la derecha a su conservación aún permanece en nuestros días, pese a que los representantes de cada sector ya no son los mismos.

De esta forma y a medida que se consolido el nuevo régimen industrial, la burguesía dejo de ser la izquierda y paso a ser la derecha. La influencia del marxismo le dio un nuevo significado a las luchas de clases; ahora los que trataban de conservar el orden y su jugosa plusvalía eran los burgueses dueños de los medios de producción, mientras que los que luchaban por la transformación del orden eran los trabajadores agrupados en partidos radicales.

Ya en 1917 con la Revolución Rusa, la izquierda cobró un nuevo impulso y pasó a ser una real amenaza para las potencias capitalistas como lo eran en ese momento Francia, Inglaterra y Alemania. Pero en 1929, la crisis internacional afectó a todos los países, excepto a la URSS, y las salidas fueron variadas. Llegaron desde el extremismo de derecha, con la expansión del fascismo a las soluciones conciliadoras entre estado, mercado y democracia como fue el keynesianismo. Este último es uno de los que quiero rescatar, por la significación que conlleva y que hoy encuentra relación en nuestra época. En su momento, el keynesianismo, podríamos decir, fue la “salida de derecha” a la crisis internacional, frente a grupos que cada vez se volvían más combativos y radicales en cuanto a sus ideales de transformación social y económica. Keynes había logrado proponer una solución capitalista a la crisis mediante una fuerte intervención estatal para restablecer la competencia y el mecanismo de mercado con la plena utilización de los factores productivos, esto es, la existencia del pleno empleo. Él mismo, en el último capítulo de su “Teoría General sobre la ocupación, el interés y el dinero”, afirma que “no es la propiedad de los medios de producción la que conviene al estado asumir” y agrega “por mi parte creo que hay justificación social y psicológica de grandes desigualdades en los ingresos y la riqueza, pero no para tan grandes disparidades como existen en la actualidad” haciendo alusión al nivel de desempleo existente en los años ’30. Lo que significó el nuevo orden instaurado por el keynesianismo fue la abolición, luego de superada la crisis con éxitos considerables, de todo intento de toma del poder político para transformar la estructura económica y ordenarla bajo relaciones comunistas, o por lo menos en la versión soviética del comunismo, un “socialismo de bienestar”, según Kruschov. Un trabajador con necesidades básicas satisfechas, una amplia gama de servicios sociales asegurados y la existencia de mejoras materiales en su ámbito privado resigna, a costa de sostener todo ello, la Revolución. Este fue el problema de la izquierda en los “30 gloriosos años del capitalismo” que van desde los años ’40 a los ’70, concluyendo con la crisis del petróleo.

Pero fue a partir de la decisión de la Organización de los Países Exportadores de Petróleo (OPEP) de aumentar el precio del barril de US$ 2 a US$ 10, que las ideas keynesianas entraron en decadencia, así como su sistema, dando lugar a un resurgimiento del pensamiento liberal clásico y neoclásico con algunas reformulaciones tanto en su parte económica como en sus aspectos filosóficos. La salida a tal crisis fue, nuevamente, una salida capitalista, pero no ya bajo la doctrina keynesiana, sino bajo esta nueva reformulación que es hoy conocida como Neoliberalismo, con Friedman, Hayek y los “Chicago Boys” como máximos exponentes; en Argentina estaríamos hablando de Alsogaray o Cavallo como los representantes de su escuela. De esta forma, la izquierda nuevamente reflotó sus reclamos, esta vez sí cooptando grandes masas desposeídas en contradicción con un mundo de riquezas, como dijo alguna vez Marx, pero la coerción fue el principal método utilizado para callarlas. No tiene sentido volver a describir las dictaduras en Latinoamérica, que son un buen ejemplo de ello, pero si vale la pena mencionarlas. La derecha, conservadora del orden existente, había triunfado una vez más y pasaría a ser hegemónica.

Ya a finales de la década del ’90, la URSS se desintegró y la izquierda quedo mortificada frente a la opinión pública; toda referencia a la intervención estatal en materia económica causaba estupor, por no decir odio o bronca. Pero, desde la experiencia latinoamericana, muchos países se empezaron a dar cuenta que el nuevo orden era otro proceso de acumulación parecido al proceso originario, es decir, América Latina seguía contribuyendo con su subdesarrollo al desarrollo internacional, favoreciendo y agigantando la competencia imperfecta. Y así llegamos al hoy en día, en donde estos países luchan por cerrar las páginas de un libro lleno de tragedias, pero que ha contribuido a transformar la concepción de la izquierda y la derecha una vez más.

Si antes la derecha fue Keynes, hoy en día es el neoliberalismo. Las ideas del autor inglés, que impulsan un “control político de la vida económica” a través del gasto público, las tasas de interés en su punto óptimo y la redistribución de la renta, devenida del sistema tributario, desde los sectores con mayor propensión al ahorro hacia aquellos con mayor propensión al consumo para mantener a la demanda agregada estimulada y disminuir la brecha entre los más ricos y los más pobres se han convertido en parte de las luchas de la centro-izquierda, porque la izquierda radical aún sigue existiendo pese a que no tenga arraigo en grandes sectores de la sociedad. Las luchas por el pleno empleo, a costas de sostener el mecanismo del mercado, es hoy una propuesta de los partidos de centro-izquierda, reconocidos con las socialdemocracias posteriores a la Segunda Guerra Mundial, es decir, ubicadas en un reformismo que opera dentro de relaciones económicas capitalistas.

La salida que alguna vez fue de derecha, hoy se ha convertido en la centro-izquierda. Las clases altas en el día de hoy, que podrían englobarse en un sentido burlesco bajo el concepto de burguesía, que alguna vez fue de izquierda, se reconocen con la filosofía neoliberal, aunque no sepan mucho de sus implicancias económicas para nuestra región o quizás hayan olvidado la historia.

Burguesía contra monarquía, socialismo contra keynesianismo y keynesianismo contra neoliberalismo, son algunas de las comparaciones que nos permiten mostrar cómo fueron variando la izquierda y la derecha en su historia.

Ambas han luchado históricamente por instaurar su hegemonía en el “pensamiento cotidiano”, aunque cada situación particular muestra un nivel de adhesión a alguna de estas dos posturas o, muchas veces, simplemente muestra su confusión. Para entender esto último, será necesaria otra editorial. Por ahora nos conformamos con entender la volatilidad de los términos que estamos discutiendo y que no podemos desligar las concepciones que hoy brotan del tejido social con la historia de su desarrollo, porque todo pensamiento es ideología y todo ser, según Althusser, un “animal ideológico”. La disputa entre la transformación y la conservación sigue presente, con otras caras, pero con la misma fuerza.