22 de julio de 2011

Los límites de la expresión nos los ponemos nosotros

Ayer, 3 ejecutivos de un medio y un periodista fueron enviados a prisión por un polémico y agresivo artículo. Se trata de El Universal, un diario opositor de Ecuador, que había publicado la nota “NO a las mentiras”.

El autor del artículo, llamado Emilio Palacio, escribió líneas duras contra el gobernante de dicho país, Rafael Correa, y recibió una denuncia por injurias.

Antes de que nuestra mente nos lleve a la automática reacción de pensar que existe una censura, decidí mejor buscar el famoso artículo y ver por mí mismo por qué se utilizaba ésta figura (casi inexistente en la Argentina) contra el periodista.

“Esta semana, por segunda ocasión, la Dictadura [por el gobierno nacional ecuatoriano] informó a través de uno de sus voceros que el Dictador [por el Presidente] está considerando la posibilidad de perdonar a los criminales que se levantaron el 30 de septiembre, por lo que estudia un indulto”, leía el texto…

“Comprendo que el Dictador (devoto cristiano, hombre de paz) no pierda oportunidad para perdonar a los criminales”, “Lo que ocurre en realidad es que el Dictador por fin comprendió (…)”, “(…) sino en un recinto resguardado por fuerzas leales a la Dictadura”.

A medida que avanzaba con la lectura comenzaba a surgirme un sentimiento de bronca total. Existe un derecho a la libertad de expresión a través de la prensa, pero éste hombre se pasaba. Avergüenza a todos los relacionados al periodismo, creo yo, que un profesional se permita expresarse de forma tan burda, y sobre todo que los dueños del diario le permitan publicar esto.

Pronto me acordé de Fito Páez y su glorioso “da asco la mitad de Buenos Aires”. Está bien, es otro país, otras leyes, y Fito es Fito, no un periodista, pero, ¿de dónde salía entonces que en Ecuador haya una pena de 3 años y 40 millones de dólares de multa y acá nada más que un uso político de las declaraciones?

Ahí es cuando llegué al tema del que me gustaría realmente escribir, que son los límites a la expresión. Hay derechos que están en papeles, pero hay otros que es casi zonzo incluirlos. Es decir, ¿tendría que existir el derecho a no ser agredido? ¿El derecho a una prensa responsable?

Y es ahí cuando se me ocurre que los límites a la prensa los pone una sociedad. Una sociedad que puede, como la nuestra, condenar que no se pueda criticar por miedo a una denuncia judicial, o que también puede mostrarse en contra de que a un profesional se le ocurra tergiversar completamente la realidad para ser hiriente a una nación entera.

La libertad tiene un único límite, la de la persona que tengo al lado. Cierto, pero está en mí ver si quiero tensionar esa situación para llegar a ese borde incómodo. Lo que viene después es una reacción en cadena, pero el disparador siempre es la persona que está detrás de la lapicera, la máquina de escribir o la computadora y se le ocurre expresarse como un energúmeno.

En Argentina quizás esto no nos afecta tan de lleno, pero creo que Latinoamérica debería sentirse un poco indignada porque se haya llegado a ésta situación. ¿Por qué tengo que defender a Palacio cuando me parece que se pasó completamente?

Qué se yo, quizás sí fue muy dura la pena, pero también espero que más que quedarse en éste caso particular, los latinoamericanos nos planteemos si no debería haber más responsabilidad en los medios, tanto por parte de los escritores como de los editores. Son situaciones clave los casos ejemplares como éste, y es un punto de inflexión si decidimos avanzar hacia el reclamo de medios serios.

Los derechos se ejercen de una sola manera, con responsabilidad. Son una guía, no una ordenanza objetiva, y depende de nosotros hacerlos respetar cuando se los ataca y también cuando se los usan con excesos.

18 de julio de 2011

El fútbol argentino como espejo de nuestra realidad

Tenemos todo para despegar, para ser los mejores, para ser un modelo para los demás y aún así eso se pierde en una ilusión. Podríamos establecer algún tipo de relación entre lo que le sucede a nuestra Selección Nacional de Fútbol y la realidad socio-económica y política de nuestro país. Es así que pretendemos analizar una serie de cuestiones vinculadas a características intrínsecas del fútbol argentino, que sigue sumando fracasos pese a que no nos guste llamarlo de esta manera, y esto relacionado a una modalidad de trabajo que no se da de forma aislada en Argentina, pero si la forma en que se aplica.

Vamos por partes. El equipo de fútbol argentino es el que cualquier director técnico quisiera tener antes de encarar un Mundial, una Copa América o una Eliminatoria de clasificación. Reúne a las máximas figuras del fútbol mundial, estrellas en sus equipos, goleadores en las ligas y reconocidos en Europa como los mejores y más competitivos, aún logrando mayores éxitos que muchos brasileños. Sin embargo desde 1993 que no se gana nada, la última corona argentina fue en la Copa América celebrada ese año. Y para contrastar aún más: en el Mundial 2002 no pasamos la fase de grupos y en Alemania 2006 y Sudáfrica 2010 perdimos en cuartos de final ante Alemania.

¿Qué es lo que sucede? ¿Por qué teniendo a los mejores y más talentosos siempre nos quedamos a la mitad? Encuentro una serie de razones que podrían explicarlo. Si indagamos un poco en la variación de técnicos en los últimos 10 años nos podemos dar cuenta de algunos rasgos particulares. Las tendencias cortoplacistas y de los resultados inmediatos es la que prima frente a la actitud de pensar un proyecto a largo plazo, con miras al futuro. Sin ir más lejos, antes del Mundial Sudáfrica 2010, la renuncia de Basile hizo que Maradona se tenga que hacer cargo del equipo a dos años de un campeonato de esa jerarquía. Y aún así no existió un proyecto de equipo serio; la actitud despótica no solo del director técnico, sino también de los que toman las máximas decisiones, como el presidente de la AFA, hicieron que la selección sea un caos futbolístico capaz de ganarle únicamente a equipos débiles y que frente a reales desafíos se desorganice y parezca un equipo amateur.

Pekerman perdió en el 2006 y dejó la selección, Maradona hizo lo mismo. ¿Por qué no apostar a la continuidad, al tiempo, al trabajo planificado? Probablemente todas estas cosas se solucionen cuando “desde arriba” haya un cambio de mentalidad y se dejen de lado los juicios personales ante el bien de nuestro fútbol. Solo veo dirigentes con ganas de perpetuarse en el poder y que utilizan la frase “todo pasa”.

“Hay gente que dice que el fútbol y la vida no tienen nada que ver; no sé que sabe esa gente de la vida. Lo que si se, es que no saben nada de fútbol” decía Eduardo Sacheri, y a eso queremos llegar. La Argentina cuenta con los recursos naturales más ricos de toda la región y con reservas de agua dulce que poseen no solo un valor importante para el desarrollo, sino un valor estratégico en vistas hacia el futuro. Contamos con suelos que hacen crecer todo lo que se le arroje. Hoy en día tenemos una economía mundial que coyunturalmente nos beneficia y nos pone en un lugar de privilegio, como le sucede a toda la región latinoamericana.

¿Cómo es posible que aún así seamos hace más de 50 años un país en “vías de desarrollo” (eufemismo para decir subdesarrollados)? Está claro que los análisis del tipo histórico son fructíferos a la hora de realizar una evaluación de este estilo. La tendencia cortoplacista no solo está presente el en fútbol, sino que ha estado en la historia argentina tan arraigada como se refleja hoy dentro de un campo de juego; la falta de proyectos a largo plazo, la imprevisibilidad de una economía que sufre indirectamente las recaídas de la economía internacional, un estado poco decidido a promover el desarrollo económico (que no es lo mismo que crecimiento económico) y la corrupción reinante en la política, entendida esta como una herramienta de transformación social, son similitudes que podemos ver espejadas con la estructura futbolística reinante en nuestros días.

Cabe decir entonces que lo que falla no es la materia prima ni los jugadores, somos nosotros. No es casualidad que la Selección no gane nada hace 18 años como tampoco es casualidad que nuestro país no pueda generar un desarrollo sostenido e igualitario. Como reflexión podemos inferir nada más que una cosa; tendremos que esperar a que se produzca un cambio de pensamiento, que entendamos que la crítica no pasa por ser partidaria de algo o no. La solución a los problemas no es la renuncia del director técnico, y así podríamos decir que construir un país más solidario no se logra a partir de la confrontación y el cambio total de un proyecto por otro.

Será hora de que dejemos de pensar en esos términos, será hora de que hagamos un análisis más profundo y evaluemos las consecuencias tanto positivas o negativas de seguir con un proyecto o no, pero no para modificarlo en su totalidad, sino para continuar con lo positivo y corregir lo negativo. Ese es el motor que va a impulsar la tecnología de un país y también a su equipo.