8 de septiembre de 2011

Dejemos de relatar el presente sin ver el pasado

La discusión de hoy toca temas relacionados a los medios de comunicación, pero también a un profundo análisis socio-económico e individual que es necesario replantear y cada vez con más fuerza. Me refiero, en primer lugar, a la incómoda presencia de métodos tanto conductistas como organicistas en los medios; conductistas en tanto pareciera, y cada vez más, que sus métodos de condicionamiento funcionan en base a los principios de recencia y repetición y organicistas en cuanto su tendencia a mostrarnos hechos aislados, no en el sentido de únicos, sino descontextualizados de cualquier tipo de explicación socio-económica e histórica posible. Finalmente, encontraremos la consecuencia de ello, en las palabras que recientemente pronunció Eugenio Zaffaroni.

Comenzaremos entonces por desglosar en la práctica algunas cuestiones relacionadas al organicismo, o como bien podría denominarse, en forma de burla trágica, “ORGANI-CINISMO”.

Esta tendencia filosófica, por mal que nos pese, ha quedado profundamente arraigada en el “Sentido Común”, que hoy empieza a ver su hegemonía resquebrajada, pero aún permanece latente. ¿Qué nos dice? A resumidas cuentas, el organicismo en Ciencias Sociales establece una comparación entre un organismo vivo, con sus órganos en perfecto funcionamiento y la sociedad. Comúnmente, en medicina, y a menos que me equivoque en mis dichos, cuando un órgano es disfuncional, es decir, atenta contra el normal funcionamiento del cuerpo, se suele extirparlo o, en su defecto, se intenta curarlo. Traslademos esto a la sociedad. Cuando alguien atenta de forma disfuncional a las reglas impuestas por la sociedad, es decir, comete algún tipo de delito, es necesario proceder con el “bisturí”; eliminar el problema o curarlo, que básicamente significa enviarlo a la cárcel, ya que es el remedio que la sociedad contemporánea encontró para un órgano disfuncional a ella.

La relación que encontramos con los medios de comunicación es bastante estrecha. Cotidianamente somos jueces de nuestra propia realidad cuando intentamos brindar juicios valorativos sobre situaciones “disfuncionales” a las leyes, como puede ser la exhibición de un asesinato o robo. Pero así como un detective se sumerge en la lógica criminal, el científico social debe ponerse en la lógica del ciudadano promedio. Podremos ver entonces como la presentación de un hecho de forma sincrónica (estática) hace reaccionar inmediatamente al sujeto, formando su opinión y su criterio para tratar las problemáticas sociales, que generalmente derivan en opiniones del tipo organicista. De esta forma, describiendo un hecho social como algo inmutable, se corre el riesgo de dejar de lado explicaciones socio-económicas e históricas, podríamos decir diacrónicas (en una evolución temporal). Por eso cuando los medios nos muestran un robo, nos ocultan la heterogeneidad de causas que puede haber detrás de él y nos hacen creer que la disfunción, y esto es lo más peligroso, es un producto del hoy, de la actual existencia y no de un proceso histórico particular y descriptible. “La disfunción debe pagar”, piensa el ciudadano, y después de haber descripto esto, no lo culpo.

Dirijámonos ahora hacia el siguiente tópico, el condicionamiento por repetición y recencia, método utilizado por Pávlov para hacer salivar a su famoso perro, ese mismo que le valió un Premio Nóbel.

Todos los días somos espectadores de una cruda realidad, que no pienso desmentir, pero tampoco dramatizar y mucho menos espectacularizar o generalizar. Sin embargo la repetición y la recencia son dos factores clave para condicionar nuestros sentimientos, si bien sabemos que la subjetividad humana es diversa y tampoco es cierto que los medios determinen en un cien por cien el modo en el que actuamos, pero es innegable que nuestra conducta se construye día a día y año a año.

En gran medida, y cada día más, dependemos de los medios para conocer la información, o la desinformación, si tenemos remanente algún sentido crítico. Por eso, el ciudadano, agotado luego de una jornada laboral, llega a su hogar y observa en su televisión aquellos noticieros llenos de muertes, robos y asesinatos. ¡Eureka! Hemos encontrado el principio conductista por excelencia, la REPETICIÓN. Pero aún nos falta discutir uno, que también está ligado a él y que le da definitivamente una importancia de categoría. Me estoy refiriendo a la RECENCIA, es decir a la aplicación constante de la repetición. Sin esté segundo método, el primero carecería de utilidad; de nada le sirve a un medio la repetición para aumentar la crítica sobre la inseguridad si esta ocurre con meses de distancia, por cuestiones que hacen al funcionamiento de la memoria y que no pienso explayar aquí.

¿Podríamos argumentar que si no existiesen mecanismos de recencia y repetición en cuanto a la exhibición de hechos delictivos, el reclamo constante por mayor seguridad se evaporaría? Probablemente no, pero de lo que estoy seguro es que nos permitiría pensar algún otro tipo de salida mejor no solo para el afectado, sino para la sociedad en su conjunto, sumado a la difusión de otras formas de concebir la realidad sin estar atado a una ideología que peca de organicista.

Pero finalmente nos queda una cuestión más, y que en cierta forma, muestra a lo que me refiero con los medios de comunicación y su impacto en la lógica del “Sentido Común”. Estoy haciendo alusión a los dichos del jurista que ha estado en medio de un escándalo internacional que aún no ha sido probado, pero cuya condición como profesional es innegable. Me refiero al Dr. Eugenio Zaffaroni, que brindó una conferencia para la Facultad de Periodismo y Ciencias de La Comunicación de La Plata, en el marco del Primer Congreso de Comunicación y Ciencias Sociales bajo el lema “Tensiones y Disputas para la Producción de Conocimiento para la Transformación(ver nota).

Allí, y a grandes rasgos, sugirió que “se debe marchar hacia un estado social y no hacia un estado gendarme”, esto es, hacia un estado más inclusivo y menos discriminador antes que a un estado represor, o como diría Althusser, que utilice en forma desmedida los “Aparatos Represivos del Estado”.

También aseguró, por ejemplo, que en Estados Unidos el número de presos aumentó considerablemente, como así también el gasto del estado en el sistema carcelario, porque es un gran negocio tanto para las empresas privadas que administran el sistema como para el Estado (ver video sobre “Negocio de las cárceles”). De esta manera advirtió “hoy en día, Estados Unidos tiene diez millones de personas que viven del sistema penal” y agregó “El estado gendarme genera violencia y solo violencia”. A modo de ilustración, citamos como fuente el informe presentado por Daniel Fridman, investigador de la UBA, acerca de la evolución de la cantidad de presos y el gasto público en ese sector, para fortalecer nuestra argumentación (ver documento).

Pero no podíamos finalizar esta argumentación sin demostrar lo que reflexionamos sobre medios y sujetos-masa (para no decir masas y ejercer una acción generalizadora, porque nos estaríamos contradiciendo). Zaffaroni aseguró que “Hay que evitar que los medios nos lleven como los países centrales a una paranoia de inseguridad y nos cuentan los cadáveres pero no tenemos un estudio cualitativo de los delitos”. La finalidad, es en definitiva, conseguir un Estado Gendarme.

Por esta razón, y las descriptas anteriormente es que llamamos a que cada vez que veamos un hecho delictivo, pensemos y discutamos con nosotros mismos profundamente, sobre las causas que el mismo pudo tener, e inclusive a ser precavidos antes de emitir denuncias desmedidas cuando las situaciones carecen de la información necesaria para dar una opinión acabada y elaborada.

La decisión de realizar está reflexión es individual; su consecuencia, seguramente, tendrá un fuerte impacto social y la pregunta subyacente es ¿Qué queremos, un Estado Social o un Estado Gendarme?

PD: La reflexión no está dirigido a un caso particular, como todos saben y conocen, sino a una forma de ver el mundo preexistente a los medios, pero incorporada por ellos y en ellos.

6 de septiembre de 2011

Vuelve la falacia del ránking de universidades

Como todos los años, más o menos por ésta fecha, ciertos medios se esmeran en difundir una deformada imagen de la universidad pública. Hoy, vemos títulos que se basan en un ránking mercantil se utilizan para agredir a la UBA.

El estudio es el QS-Top Universities, y aparece un sitio con artículos que leen "los análisis basados en el mercado son vitales para elegir una facultad", por lo que no nos puede sorprender la meticulosa selección que se ha realizado.

En ella, Harvard y cientos de universidades privadas encabezando el ránking, mientras que la UBA está en el puesto 270. P0r supuesto, aquellas con un cupo ilimitado aparecen por debajo.

Las fotos que presentan las noticias que mediatizan esta calificación son de tomas de establecimientos. Claro, evidentemente son éstas el único hecho que merma la calidad educativa. Nada tiene que ver la falta de renovación en los planes de estudio (en la Facultad de Ciencias Económicas se sigue enseñando la visión neoliberal como la predominante) ni el hecho de que promediar miles de estudiantes evidentemente no dará las mejores notas.

Claro que lo que se pasa por alto (o, en verdad, se dice implícitamente) es que no tiene valor el hecho de que cualquiera pueda acceder a una educación universitaria. No vale que sea pública, valen las notas.

Sí, una facultad con cupo generaría que se concentren los mejores promedios, pero vemos en realidad que la cuestión no pasa por allí. Las universidades privadas de la Argentina no figuran en el ránking.

Como todo ésto no figura en el análisis de aire "objetivo" (y conociendo la tendencia ideológica de éstos medios), yo no puedo hacer más que ponerme a pensar que aquí no se quiere poner en tela de juicio la falta de titularidad en la UBA, ni tampoco los planes de estudio. Aquí se busca ir contra un sistema universitario, por generar una visión negativa de la participación política, y es algo que me avergüenza.

Has recorrido un duro tramo, muchacha

La Argentina siempre tuvo ataques de éste sentido, internos y externos. No nos vamos a olvidar cómo se atacó y, en menor medida, se sigue atacando la política económica proteccionista, reguladora e interventora del Estado. Tampoco como hoy en día en los países vanagloriados por éstos medios se ve a la Argentina como un modelo a seguir para escapar a la crisis.

Lo mismo pasa hoy con la educación. Cuántas veces me harté de escuchar que la educación chilena estaba mejor que aquí. Es esa educación para la cual los jóvenes se endeudan de por vida, contra la cual centenares de miles de personas se movilizan hoy en día, generándose polémica en todo el mundo. ¿No podría pasar algo similar cómo lo que sucedió con la crítica económica? ¿No estaremos haciendo las cosas muy bien?

No necesito que una consultora me diga la calidad que puedo encontrar en la UBA. Estudiantes de familias pudientes de toda Latinoamérica deciden ingresar para gozar de sus servicios. Por supuesto que se puede mejorar, pero se debe comenzar a valorar más lo que vemos, lo real, por sobre análisis de sitios de ránking mercantil.

No es necesario que difundan exactamente éstas palabras, que difundan la nota por mail, Facebook o Twitter, pero sí pido que se dé a conocer ésta idea en ámbitos a los que claramente no puedo alcanzar. La defensa de la educación pública no es porque sí, es porque es la principal vía hacia el desarrollo del país, seamos del color político que seamos. Saber que existen intereses contrapuestos en notas como éstas forma parte de esto.