18 de julio de 2011

El fútbol argentino como espejo de nuestra realidad

Tenemos todo para despegar, para ser los mejores, para ser un modelo para los demás y aún así eso se pierde en una ilusión. Podríamos establecer algún tipo de relación entre lo que le sucede a nuestra Selección Nacional de Fútbol y la realidad socio-económica y política de nuestro país. Es así que pretendemos analizar una serie de cuestiones vinculadas a características intrínsecas del fútbol argentino, que sigue sumando fracasos pese a que no nos guste llamarlo de esta manera, y esto relacionado a una modalidad de trabajo que no se da de forma aislada en Argentina, pero si la forma en que se aplica.

Vamos por partes. El equipo de fútbol argentino es el que cualquier director técnico quisiera tener antes de encarar un Mundial, una Copa América o una Eliminatoria de clasificación. Reúne a las máximas figuras del fútbol mundial, estrellas en sus equipos, goleadores en las ligas y reconocidos en Europa como los mejores y más competitivos, aún logrando mayores éxitos que muchos brasileños. Sin embargo desde 1993 que no se gana nada, la última corona argentina fue en la Copa América celebrada ese año. Y para contrastar aún más: en el Mundial 2002 no pasamos la fase de grupos y en Alemania 2006 y Sudáfrica 2010 perdimos en cuartos de final ante Alemania.

¿Qué es lo que sucede? ¿Por qué teniendo a los mejores y más talentosos siempre nos quedamos a la mitad? Encuentro una serie de razones que podrían explicarlo. Si indagamos un poco en la variación de técnicos en los últimos 10 años nos podemos dar cuenta de algunos rasgos particulares. Las tendencias cortoplacistas y de los resultados inmediatos es la que prima frente a la actitud de pensar un proyecto a largo plazo, con miras al futuro. Sin ir más lejos, antes del Mundial Sudáfrica 2010, la renuncia de Basile hizo que Maradona se tenga que hacer cargo del equipo a dos años de un campeonato de esa jerarquía. Y aún así no existió un proyecto de equipo serio; la actitud despótica no solo del director técnico, sino también de los que toman las máximas decisiones, como el presidente de la AFA, hicieron que la selección sea un caos futbolístico capaz de ganarle únicamente a equipos débiles y que frente a reales desafíos se desorganice y parezca un equipo amateur.

Pekerman perdió en el 2006 y dejó la selección, Maradona hizo lo mismo. ¿Por qué no apostar a la continuidad, al tiempo, al trabajo planificado? Probablemente todas estas cosas se solucionen cuando “desde arriba” haya un cambio de mentalidad y se dejen de lado los juicios personales ante el bien de nuestro fútbol. Solo veo dirigentes con ganas de perpetuarse en el poder y que utilizan la frase “todo pasa”.

“Hay gente que dice que el fútbol y la vida no tienen nada que ver; no sé que sabe esa gente de la vida. Lo que si se, es que no saben nada de fútbol” decía Eduardo Sacheri, y a eso queremos llegar. La Argentina cuenta con los recursos naturales más ricos de toda la región y con reservas de agua dulce que poseen no solo un valor importante para el desarrollo, sino un valor estratégico en vistas hacia el futuro. Contamos con suelos que hacen crecer todo lo que se le arroje. Hoy en día tenemos una economía mundial que coyunturalmente nos beneficia y nos pone en un lugar de privilegio, como le sucede a toda la región latinoamericana.

¿Cómo es posible que aún así seamos hace más de 50 años un país en “vías de desarrollo” (eufemismo para decir subdesarrollados)? Está claro que los análisis del tipo histórico son fructíferos a la hora de realizar una evaluación de este estilo. La tendencia cortoplacista no solo está presente el en fútbol, sino que ha estado en la historia argentina tan arraigada como se refleja hoy dentro de un campo de juego; la falta de proyectos a largo plazo, la imprevisibilidad de una economía que sufre indirectamente las recaídas de la economía internacional, un estado poco decidido a promover el desarrollo económico (que no es lo mismo que crecimiento económico) y la corrupción reinante en la política, entendida esta como una herramienta de transformación social, son similitudes que podemos ver espejadas con la estructura futbolística reinante en nuestros días.

Cabe decir entonces que lo que falla no es la materia prima ni los jugadores, somos nosotros. No es casualidad que la Selección no gane nada hace 18 años como tampoco es casualidad que nuestro país no pueda generar un desarrollo sostenido e igualitario. Como reflexión podemos inferir nada más que una cosa; tendremos que esperar a que se produzca un cambio de pensamiento, que entendamos que la crítica no pasa por ser partidaria de algo o no. La solución a los problemas no es la renuncia del director técnico, y así podríamos decir que construir un país más solidario no se logra a partir de la confrontación y el cambio total de un proyecto por otro.

Será hora de que dejemos de pensar en esos términos, será hora de que hagamos un análisis más profundo y evaluemos las consecuencias tanto positivas o negativas de seguir con un proyecto o no, pero no para modificarlo en su totalidad, sino para continuar con lo positivo y corregir lo negativo. Ese es el motor que va a impulsar la tecnología de un país y también a su equipo.

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